Vergonzoso lo de Armstrong. La opinión pública escandalizada por su confesión de dopaje. ¡Vaya notición!. Nos ha causado menos sorpresa que cuando Ricky Martin se confesó homosexual.
Vivimos en una sociedad dopada, narcotizada, y la gente se escandaliza porque un deportista tome sustancias para aguantar pedaleando cientos de kilómetros en 21 días.
Más extraño es lo del bailarín en silla de ruedas. ¿Es lícito hacerle un control antidopaje a un paralítico?. ¿No deberían revisar su silla por si lleva algún dispositivo que le ayude a llevar mejor el ritmo?.
Da asco. Nos solidarizamos con Konstantín Sosunov.
Tras el «solomillo Contador» todos podemos estar dopados. El consumo de carne de cerdo, el hígado, los riñones y el corazón incrementan los niveles de 19-norandrosterona. Puede ser que el amigo Konstantín se pusiera ciego de Bierwurst, Bratwurst o Frankfurter, y luego pasa lo que pasa.
Jamás habíamos visto una competición de baile deportivo en silla de ruedas, pero tras ver esta exhibición, sólo queda reconocer su estilo y su pasión:
Dejemos a la gente en paz, y que se divierta, ¡viva el dopaje libre y sin tapujos!. Habría que hacer análisis en el Congreso de los Diputados, para comprobar si realmente se dopan, o es que son de un cinismo y una desfachatez que rompería cualquier análisis de probidad.